viernes, 25 de noviembre de 2016

El taxista


Este relato sucedió hace ya algún tiempo, tenía 15 años apenas. Sucedió, creo, gracias a esta página, por lo que me decidí a compartir esta experiencia.

Por privacidad, no daré nombres ni ubicaciones.

Llevaba poco tiempo de haber descubierto internet, y esta página.
Ya sabía de mis preferencias sexuales, sólo que nunca se había presentado la ocasión para practicarlas.

Desde que descubrí el porno a los 12, siempre me llamó la atención la morbosidad de esas escenas: los cuerpos desnudos, el sudor, cómo se juntaban los cuerpos, los sonidos, cómo se comportaba la gente.
Por alguna razón, siempre me llamó la atención del rol que llevan las mujeres: siendo consentidas, por hombres y todo.
Me la pasaba fantaseando cómo debería sentirse tener un pene en la boca, uno de esos grandes, con venas y velludos.
Sentía un cosquilleo en la boca, se me hacía “agua” la boca con ver esos cuerpos duros, y vergas grandes.
Cómo debería sentirse tener una de esas metida en la cola, sintiendo esos grandes cuerpos varoniles, siendo aplastado, sintiendo ese cuerpo rozándome.
Gritando como esas chicas, gimiendo.
Sintiendo el placer que mostraban sus caras.

No tardé mucho en buscar porno gay, por lo que pude “aprender” algunas cosas ahí.

Tiempo después, a los 14, llegué a esta página de internet.
Me gustó más la intimidad que se compartía acá que en los videos, ya que no siempre se tiene una cámara para grabar lo que pasa.
Pasó el tiempo, y las pajas, y fue un año visitando este sitio, fantaseando, imaginando, y creciendo un mayor deseo y morbo en mi.
Me había hecho más pervertido, me había metido dedos en la cola, y probaba mi propio semen.
(Dulce, con un olor que me acostumbré bastante bien.
)

Noté que miraba a los hombres de otra manera.
Ahora cada vez que podía, no podía evitar mirarles el trasero, o el bulto.
(o los dos) Cuando los miraba de lejos, no podía dejar de imaginar cómo deberían tener la verga: sucia, sudada.
A veces tenía que bajar de las nubes por miedo a que alguien se diera cuenta que me había perdido en los pantalones de alguien más.
Lo típico en la edad que estamos calientes todos.
En especial me pasó con profesores de mi colegio, con gente mayor que yo, con gente más grande, más varonil, o que realiza algún cargo “público”.
Me gustaba eso de que fueran sucios, toscos.
En el colegio me llamaba la atención un profesor de educación física.
Era desalineado, por decir así, (de atlético no tenía mucho, tenia un poco de panza) pero algo había en cómo se movía que me hacía imaginarme dándole una mamada.
Gracias al morbo, me empezaron a dar erecciones más seguido cuando me encontraba en algunas situaciones como esta en el colegio, que supe esconder en su momento.
Hasta que llegaba a mi casa y me mataba a pajas imaginando que probaba sus vergas, claro.

Ya no podía más, estaba por explotar.
Quería experimentar algo así como lo que lo que leía aquí.
Tener sexo en algún lugar sucio con un desconocido, con alguien mayor.
Alguien que me enseñe, que me use, que me haga experimentar.
Los taxistas me ponían mucho, había leído varios relatos de gente teniendo sexo con ellos.
Me ponían bastante, cada vez que me subía a un taxi quería que terminara como una de esas historias, me acordaba de ellas y siempre viajaba con el pene duro por eso.
Como sea, nunca había pasado.

Bueno, ahora sí en el “relato”.

Siempre he sido un fan de la música, con mis 15 años me llamaba la atención.
Iba a venir un grupo musical que me gustaba, y con mis amigos habíamos planeado ir.
Como estudiaba en la mañana, iba a comprar mi entrada después del colegio.
Todo ese día transcurrió normal.
Bueno, al final me distraje un poco y me olvidé de ir a comprarla, ya que era cerca del colegio.
Tuve que ir más tarde.
Llegué a mi casa, comí y después me dormí un poco.
Me levanté ya con la intención de ir ya por el boleto, así que me cambié y me fui a arreglar en el espejo.
Me gustaba mirarme la cola antes de salir, me gustaba como era: paradita.
De niño era gordito, para los 15 ya no lo era, pero eso me dejó un culito algo grande por la grasa supongo.
Ya había escuchado comentarios de mis compañeros, diciendo que tenía la cola como de chica, hacia como que me molestaba para que no se dieran cuenta, porque en secreto me gustaba que se fijen en mi.
Para ese tiempo me ponía ya pantalones un poco apretando para que se marque aún más las nalgas.
No era tan alto, una estatura común, y blanco sin llegar a ser tan pálido.

Así fue, me arreglé y salí casi a las 4:30, sabia que los boletos no se acabarían rápido.
Era un día soleado, hacía algo de calor.
Caminé un poco hasta que apareció un taxi vació, el cual le hice señas y paró.

Siempre me subía a los taxis en el asiento de acompañante al frente, por el morbo, con la esperanza que me pase algún día como a tantos en esos relatos.

Cuando me subí, al momento de sentarme (aún la puerta no la había cerrado), se ma cayó la billetera del pantalón.
Yo me agaché a recogerla, sin pararme del todo, dejando expuestas mis nalgas a la vista del taxista.
No sé si esto influyó en lo que pasó después, pero hasta ahora me doy cuenta que tal vez eso le haya dado la confianza a él de actuar como actuó.

Ya cuando cerré la puerta, y le dije mi dirección, apenas lo pude ver.
Era un hombre, de unos 35 a 40 años.
Tenia de esas barbas de una semana, que raspan.
Tenía un cuerpo duro, no tan definido.
Parecía como si antes hubiera hecho pesas, pero ahora ya no.
No parecía taxista, después me contó que era dueño de un hostal.
Era trigeño, con cabello corto.
Era más alto, y grande que yo.
Me gustó, se veía “sucio”, lazado, atrevido.

Justo cuando íbamos a salir, otro chico estaba esperando en la misma esquina que yo.
El taxista le preguntó que a dónde iba, y resulta que a donde iba quedaba de camino a donde iba yo.
Le dijo que se suba, y así fuimos: arrancó.

Él era lazado, nunca paró de hacernos la conversación, yo era algo tímido por lo que me limité a responder sus preguntas nada más.
Tenía una actitud a bastante confiada, con una sonrisa que parecía que siempre sabia lo que iba a pasar en cada momento.
El otro chico resulta que iba a ver a su novia, él parecía de mi edad, y eso fue el hincapié para empezar a hablar de chicas.
Yo entre preguntas le regresaba a ver el bulto automáticamente y disimuladamente (según yo).
Cuando se bajó el chico, la conversación se puso más caliente.
Me dijo que era dueño de un hostal, y me empezó a contar como a veces llegaban chicos de mi edad con sus novias para coger.
Intercambiamos nombres recién ahí, Cuando me preguntó que si tenía novia, le dije que no.
“¿Y Por qué?” Le respondí “No sé, no me llama la atención todavía”.
Me dio la tarjeta de su hostal para cuando “tenga novia”.
Luego hablábamos de porno, que si al menos eso veía, me dijo.
Yo le respondía casi automáticamente.
Estaba nervioso, por que así era como empezaban esos relatos que leía en internet.
En mi mente me lo imaginaba que se la chupaba, que la tenia grande y me atoraba.
Que me llevaba a un lugar apartado, y cogíamos en el carro.
Me preguntó que qué me gustaba ver a mi, y yo le respondí que algo como “chicas, ya sabes.
” supongo por el nerviosismo.
Él me contaba que a él le encantaba el porno, y que allá en su hostal tenia una habitación suya donde iba cuando ya se cansaba de taxear y se clavaba una paja para recobrar “energías”.
Durante todo esto yo sólo me reía, e instaba hacer como si no le daba importancia, pero me estaba muriendo por dentro.
Ya llegábamos a mi destino.
Pensé “esto no lo voy a poder vivir otra vez” e intenté hacer un poco más obvio que quería algo más.
Tenía miedo, porque era un desconocido, pero toda la situación me ganaba.
La tenía a mil, y las ganas me llamaban.

Estábamos a dos cuadras ya, y había mucho tráfico.
Me armé de valor, e hice como que me acomodaba en el asiento, mientras ponía mi rodilla izquierda junto a palanca de cambios.
Por fin se movió la fila del tráfico, y el puso la marcha.
Pero no la dejó ahí, pasó su mano por mi rodilla.
Yo sentí como si algo me pinchara todo el cuerpo cuando sentí sus dedos ahí.
No pensé que lo haría, no quería que lo haga, me moría de miedo.
Empezó a mover sus dedos por mi pierna como esperando a que reaccionara.
Yo me quedé helado, no sabía qué hacer.
Cuando al fin llegamos, no paró.
Se fue de largo, y giró en la esquina.
Yo no sabía qué hacer, estaba quieto, con miedo.
Le regresé a ver el bulto, ahora no tan “cuidadosamente” y parecía que le iba a explotar del pantalón.

Yo no decía nada, aún no procesaba lo que estaba pasando.
En unos minutos, él rompió el silencio diciendo “Sabia que tenias cara de putito”.
No sabia a dónde me llevaba aquel hombre, pero me excitaba tanto esa situación.
Sin decir nada, extendiendo el brazo izquierdo y le sobé el bulto por encima del pantalón.
Era la primera vez que topaba el pene de alguien más.
Me excitaba la idea que aún estábamos en la ciudad, y alguien podía verme haciendo eso.
Él se río al verme hacer eso, sin regresarme a ver.
Como que se había sorprendido.
Yo estaba perdido, no sabía dónde acabaría esto.

Después llegamos aún lugar, pude reconocer por la tarjeta que me dio antes que este era su hostal.
Mientras aparcaba rompió el silencio con un “ahora sí”.
Yo no decía nada, estaba aterrado y encantado al mismo tiempo.
Apenas aparcó el carro, me tomo con una mano el rostro y me besó.
Fue el primer beso que me hacía sentir así: como si me quemaba por dentro, por el pecho.
No sabía que era eso que estaba sintiendo.
Ya simplemente me dejaba.
Me soltó y bajamos.
Le seguí hasta su habitación, aún estaba mudo.
Abrió la puerta, me dejó entrar primero.
Vi su habitación, supongo que la tenia así de desordenada por lo que taxeaba igual.
Tenía la cama desarreglada, me excitaba pensar que no era el primero que llegaba ahí de esta manera.
Tenía un baño, una televisión con dvd y algunas películas.
Mientras contemplaba el lugar, él había cerrado la puerta y me sorprendí por detrás.
Me abrazó desde atrás, besándome el cuello.
No sabía qué hacer, estaba en las nubes, sólo cerraba los ojos y me debajo hacer.
Me pagaba mucho hacia su cuerpo, mientras me susurraba algunas obsenidades al oido.
Me excitaba mucho.
Me dio la vuelta y me volvió a besar en los labios.
Todo esto era una experiencia tan nueva, ya no pensaba sólo disfrutaba de sus labios.
Le abrazaba, me entregaba a él.
Sus manos posadas en mi cintura bajaban lentamente, me alzó la camisa y sentía sus duras manos acariciándome, bajando hasta llegó al pantalón.

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